viernes, 21 de mayo de 2010

BATIBURRILLO SENSITIVO, FRACASO EMOCIONAL

Título: Lucía y el sexo
Director: Julio Médem
Año: 2001
Actores: Paz Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimri, Daniel Freire y Elena Anaya.


“No hay quinto malo”. Eso debió pensar muy seguro de sí mismo Julio Médem, autor de películas de cierto éxito y galardonadas con algún Goya como Los amantes del Círculo Polar o Vacas. Rodada en 2001 en las playas de Formentera, Lucía y el sexo cuenta la historia de Lucía, una joven camarera que después del accidente y teórica muerte de su novio, abandona Madrid para vivir un tiempo sola en la tranquilidad de una isla del mediterráneo.

Hasta hacer una sinopsis de la película se convierte en una empresa difícil. El director nos sorprende con una historia fragmentada espacio-temporalmente, salteada con constantes saltos de realidad a recuerdos, de recuerdos a un cuento erótico-dramático y de nuevo a la realidad, todo ello aderezado con saltos sobre agujeros que llegan al mar. Lo que algunos llaman originalidad, otros lo llaman desatino o desconcierto.

El arranque del filme te da una idea, algo equivocada de lo que va a transcurrir durante las dos próximas horas. Ante el aluvión de sexo del comienzo, que te hace pensar que te vas a encontrar con una película porno encubierta, el desarrollo transcurre entre los desnudos emocionales de los personajes (sin dejar los físicos de lado) y una mezcla de romanticismo colorista, intriga y toques de thriller.

Visto de esta manera tan simplificada, se podría decir que nos encontramos ante una película interesante. Y desde luego que lo es. Pero ese interés tiene más que ver con el desarrollo argumental que con la película en su conjunto. Me explico, Lucía y el sexo expulsa al espectador de su asiento desde la primera vez abre la boca Paz Vega. Uno de los lastres principales de la película son, sin duda alguna, sus interpretaciones nada convincentes, con silabeos y entonaciones asombrosas. Los demás actores tampoco están a la altura, sobre todo, motivados por los diálogos pretendidamente profundos y realmente absurdos (véanse los “sola, sola, quiero estar sola” de Lucía (Paz Vega) corriendo por la playa o el “sí, pero tú haces la comida” de Belén (Najwa Nimri) en un momento de gran tensión cuando persiguen a Carlos, supuesto asesino de Belén y su madre.

Una buena fotografía, conseguida gracias a grandes contrastes de iluminación (playa-habitación de Lorenzo) y una música acertada a cargo de Alberto Iglesias, ganador de un Goya en la categoría de mejor música original, ayudan a que el espectador no se desvincule totalmente de la trama.

Insisto en esto último, porque son numerosos los factores y elementos que rechinan. Por empezar de algún modo, encontramos una poesía de simbología facilona como son la referente a luna-mar-sol, digna de un letrista a sueldo de Operación Triunfo. La muerte de la niña por el ataque del perro es un recurso sacado del bolsillo mágico de Julio Médem, y el asesinato-suicidio de Belén y su madre tampoco quedan nada claros. Igual de inexplicable es la desaparición de Carlos en el agujero de las rocas o que Lucía colgase tan rápido cuando le llama la policía para anunciarle el accidente de Lorenzo.

Por otro lado, se muestran personajes y situaciones extremas continuamente (declaración de Lucía a Lorenzo en el bar), lo cual no ayuda al espectador a sentirse identificado con lo que ve.

La escena final en la casa de la playa es digna de mención especial. Se encuentran dos mujeres cruciales en la vida de Lorenzo oyendo los pasos de alguien en el piso superior. Suspense. Todo hace pensar que son los pasos de Lorenzo y tras mucha demora, aparece su representante. ¡Qué sorpresa! Se escuchan nuevamente pasos, y el espectador entiende que tras este jueguecito va a aparecer Lorenzo. Pasos. Tensa espera. Y se hace lo increíble. Entra en escena Lorenzo y Lucía exclama un “OHHHHH” tremendamente sorpresivo. El espectador entonces se pregunta: ¿Realmente no lo esperaba? No se entiende como un director puede acabar tan mal una de las escenas más importantes del filme.

Guarda un cierto parecido con la película francesa de Swimming Pool, de François Ozon, que, aunque algo espesa, tiene mejores diálogos e interpretaciones y posee una mayor profundidad en el tratamiento de la psicología de los personajes.

En definitiva, Lucía y el sexo es una historia interesante pero mal contada, revestida de un aura de transgresión y originalidad, que no va más allá del puro entretenimiento.

jueves, 6 de mayo de 2010

Your name is Justine

Título original: Masz na imie Justine
Director: Franco de Peña
Duración: 97 minutos
País: Luxemburgo, Polonia

Justine, escapada al infierno

Sucedió en Berlín. Podría haber pasado en Alicante, Niza, Praga, Sofía o en Utrecht. Lamentablemente, la historia protagonizada por la joven Mariola puede estar repitiéndose todos los días en cualquier ciudad del mundo. Las promesas de mejorar se convierten en la esclavitud más denigrante.

Your name is Justine, estrenada en 2005, es el segundo largometraje del director venezolano Franco de Peña. Se trata de una coproducción luxemburguesa-polaca, ya que De Peña emigró con 22 a Polonia para realizar allí sus estudios cinematográficos. Tierra Prometida de Amos Gitai, Trade, El precio de la inocencia de Marco Kreuzpaintner o Taken de Pierre Morel son otras películas recientes que tratan el mismo tema: la trata de blancas.

Llama la atención el comienzo de la película. En cinco minutos se introduce apresuradamente a la protagonista, Mariola, a su novio Artur y a las dos amigas de ésta. Las tres pasan de buscar trabajo como carniceras a estar borrachas en la cama. Artur, que aparece sorpresivamente en escena a través de una ventana, resulta ser el novio de Mariola. Solo conocemos que ambos planean viajar por Europa. No sé explica mucho más la relación que tienen los novios, con lo que cuesta empatizar con los personajes.

La tensión dramática irrumpe con fuerza en el momento que Mariola descubre que acaba de ser vendida a un proxeneta. La supuesta confianza ciega en su novio (no argumentada por el director en la historia) se desvanece al mismo tiempo que sus sueños de libertad. La escena es tan violenta (tanto física como psíquicamente) que, por el contrario a lo dicho anteriormente, la respiración se corta y sufrimos con lo que le está pasando a la chica. La iluminación de la casa es mínima, predominan los tonos apagados y grises, y la ambientación de una casa poco cuidada aumenta el realismo de la escena.

El paso de la liberación a la anulación total de Mariola es brutal y muy bien llevado a cabo por el director. Primero, las miradas hostiles de la mujer de la casa, después la venta, el despojarla de su identidad (cambiando su nombre por el de Justine), la violación, la paliza y la soledad del que se siente en una jaula. Se puede decir que ha tocado fondo en cuestión de horas, pero guarda las suficientes fuerzas como para no suicidarse.

Lástima que a partir de este gran momento el filme baje su intensidad. Hasta la escapada con Nico, la acción y diálogos son casi nulos. Por otro lado, contrasta la locura casi repentina y algo exagerada de Mariola (momento del balanceo sobre la cama cantando totalmente ida), con la cordura mostrada tanto para no suicidarse como para aceptar su condición de prostituta e intentar escapar en todo momento. También es destacable la relación ambigua mantenida con Nico, de protección/salvación y explotación, que sirve para descolocar y acrecentar la expectación del espectador por ver qué pasará en la próxima secuencia.

Comparando Your name is Justine con Taken, una película aparentemente que trata el mismo tema, descubrimos un tratamiento muy diferente. En la película francesa existe una figura salvadora, casi invencible, que resuelve todo a base de patadas y demás formas de violencia gratuita. En la película de Franco de Peña el tema está tratado con más sobriedad, más sensibilidad y, aún así, no está exenta de crudeza.

En resumen, se trata de un filme correcto, entretenido, con buenas interpretaciones tanto de Anna Ciesiak como de Arno Frisch (que ya actuara a las órdenes de Haneke), pero que ni destaca en lo fotográfico ni en lo musical, ni tampoco consigue sobrecoger al espectador salvo en las primeras escenas de violencia contra Mariola.